Están en todas partes, incluso en algunos lugares que ni tan siquiera podrías imaginar. Los encuentras en los negocios, en la administración pública, en las Universidades, en los hospitales, en las organizaciones políticas, en las centrales sindicales, en los grupos religiosos, en las redes sociales, en las sectas o incluso en tu comunidad de propietarios. Casi nadie se libra de su presencia y puede decirse que han existido siempre.
Te estamos hablando de los pelotas, personas que apuestan por la impostura, la adulación y la manipulación como habilidades críticas para su propio desarrollo personal y profesional. Las empresas son el ecosistema natural en el que estos hombres y mujeres encuentran el caldo de cultivo más propicio para convertir las lisonjas en un siniestro y rentable saber hacer.
¿Qué es ser un pelota?
Casi todos tenemos claro qué es y qué hace un pelota para ser merecedor de semejante etiqueta. Es un concepto coloquial sobradamente conocido y que cuenta con un buen número de sinónimos en España y Latinoamérica, algunos de ellos con un marcado cariz peyorativo. Con algunos matices, se les conoce también como trepas, arribistas, vividores o advenedizos, si son estos últimos recién llegados a la organización o al grupo de referencia. El diccionario de la RAE (Real Academia Española) lo define como ‘persona aduladora, que hace la rosca’.
En definitiva, se trata de personas que con actitud fingida elogian, halagan, dan coba y tratan de ganarse la atención de sus jefes para conseguir algún beneficio presente o futuro. Si los agasajos no van dirigidos a un jefe, podrán tener como objetivo a cualquier sujeto con poder o autoridad en el entorno social inmediato. Como un padre, un profesor, un policía o un subinspector de Hacienda.
Características de los pelotas
Seguro que te has topado con más de uno y te resultarán familiares los siguientes rasgos y comportamientos:
Valores dudosos:
El arribista carece de escrúpulos y no dudará en perjudicar severamente a sus colegas de trabajo si con ello logra alcanzar algún rédito o privilegio personal. El compañerismo, la honestidad o la ética encuentran escaso acomodo en su vocabulario.
Baja productividad:
Dar coba requiere tiempo, esfuerzo y atención. De esta forma, se dispone de pocas energías para trabajar y raramente se encuentra el momento para ello.
Excelencia inexistente:
Si hablamos de los objetivos de la empresa, del funcionamiento de un equipo de trabajo, de las tareas bien hechas, de la calidad o de la satisfacción del cliente, el pelota nunca está ni se le espera. Se encontrará casi siempre demasiado ocupado persiguiendo al jefe o maquinando argucias que le confieran la falsa imagen de fiel y leal empleado, caiga quien caiga.
Mentiras:
Son uno de los recursos de uso más frecuente para ellos. Se prodigan en falsedades, chismes, cotilleos y cortinas de humo que lleven a sus superiores jerárquicos a creer en las virtudes profesionales y personales de estos vividores, aunque sea a costa de perjudicar a sus compañeros o de inducir conflictos entre ellos. Llegan a convertirse a veces en rotundos maestros de la manipulación.
Confianza:
Nunca te dejes embaucar por un falso adulador ni consientas que se gane tu confianza. No olvides que le resultará muy fácil ‘hacerte la pelota’ a ti, si necesita de tu voluntad o de tu esfuerzo para conseguir sus fines. Nunca le hagas su trabajo ni le reveles los entresijos del tuyo. Jamás le confíes tus secretos. Desconfía siempre e intenta mantener con ellos una prudente distancia de seguridad física, laboral y emocional.
Empatía:
Trata de evitar que sus mentiras te ablanden. Para obtener lo que quiere recurrirá al victimismo e inventará todo tipo de desgracias y enfermedades en su familia. Él nunca empatizará sinceramente con tus necesidades, pero sí es probable que procure despertar tu compasión y establecer una falsa conexión emocional contigo. Si caes en ello serás un peón más de su impostura, con elevado riesgo de que tú mismo salgas perjudicado.
¿Sirve de algo ser un pelota?
Es muy fácil deducir que los profesionales de la impostura no acostumbran a suscitar aprecio o simpatía entre el personal, aunque es innegable que a menudo consiguen prebendas que nada tienen que ver con su cualificación, esfuerzo, compromiso o excelencia profesional.
Tal y como sucede en todos los ámbitos de la vida, ser un pelota es una cuestión de grados y niveles. Podríamos decir que un falso adulador de perfil bajo sí podría alcanzar un cierto equilibrio entre la productividad, los halagos al jefe, las relaciones con sus compañeros y su propia progresión profesional.
Como parece obvio, en la medida en la que un pelota extreme sus comportamientos de coba y alabanzas fingidas, es posible que pueda lograr mayores beneficios a corto y medio plazo, pero se enfrentará a un mayor riesgo de ser desenmascarado más tarde o más temprano, en función de la creciente hostilidad de sus colegas de trabajo. Tal y como expresa el acervo popular, ‘la mentira tiene las patas muy cortas’.
Managing upwards: el peloteo inteligente
Los últimos años nos han traído una nueva práctica que dignifica y blanquea la dudosa figura del trepa, denominada ‘managing upwards’ o ‘peloteo inteligente’. Se fundamenta en la aplicación equilibrada del feedback positivo a directivos, líderes, jefes o empleados, con el propósito de lograr el paulatino desarrollo profesional de la empresa y de sus equipos.
Se busca propiciar un clima de confianza y credibilidad entre las personas con base en la comunicación y en el incentivo continuo de comportamientos, interacciones y emociones positivas en el trabajo. Por expresarlo de forma sencilla, consiste en que en una empresa todos nos convirtamos en aduladores y adulados, eso sí, con sinceridad y sin falsedades.
fuente:publico.es